Skip to main content
Article

Retroceso democrático en México: Lecciones para opositores al populismo autoritario

Alejandro Garcia Magos

La mayoría de los observadores de México coinciden que, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) está debilitando las instituciones democráticas del país. Esta situación plantea dos interrogantes. En primer lugar, ¿qué tanto se asemeja la experiencia mexicana al patrón general de crisis de la democracia en el mundo del siglo XXI? En segundo lugar, ¿qué lecciones pueden aprender de nuestra experiencia otras sociedades que luchan por construir y mantener instituciones democráticas ante el creciente populismo autoritario?

Para responder la primera pregunta, tomo como punto de referencia las ideas de Mickey et al. para quienes “la experiencia de la mayoría de las autocracias contemporáneas sugiere que se llevaría a cabo a través de una serie de pasos graduales, casi imperceptibles, la mayoría de los cuales son legales y muchos de los cuales parecen inofensivos. Sin embargo, en conjunto, inclinarían la balanza a favor del partido gobernante”.[1]

Para responder la segunda pregunta, sigo las ideas de Nancy Bermeo, quien considera tres características de las formas contemporáneas de retroceso democrático que los opositores deben tener en cuenta.[2] En primer lugar, y en consonancia con Mickey et al., que “las democracias en problemas ahora tienen más probabilidades de erosionarse que de desmoronarse”.[3] Segundo, que “las tendencias actuales no son eventos aleatorios sino respuestas racionales a incentivos locales e internacionales”.[4] Y tercero, que “las formas contemporáneas de retroceso democrático son más ambiguas y difíciles cuando cuentan con un amplio apoyo popular, y a menudo ese es el caso”.[5]

He organizado mis propias ideas en forma de un cuestionario escrito. En mis respuestas considero que el esfuerzo por construir y mantener la democracia en México es en realidad el proceso de crear autoridades electorales autónomas y protegerlas de la interferencia política del poder ejecutivo. Durante la mayor parte del siglo XX, las elecciones en México eran una farsa ya que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) hegemónico las controlaba y validaba. El resultado fue, por supuesto, que el PRI era invencible. A partir de 1977, los políticos mexicanos tanto del PRI como de la oposición comenzaron a trabajar en un proyecto democrático. Esto estuvo en sintonía con los vientos democráticos que soplaban en otras partes del mundo de habla hispana. En las dos décadas siguientes, estos políticos establecieron las reglas e instituciones para desmontar el régimen autoritario. Fue un proceso lento y complejo, pero finalmente en 1996 las autoridades electorales se independizaron del poder ejecutivo dominado por el PRI. De esta manera, si en 1977 las elecciones eran organizadas y avaladas por la Secretaría de Gobernación, para el año 2000 fueron organizadas por un Instituto Federal Electoral (IFE) autónomo y validadas por el recién creado Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF).

Esta es, en pocas palabras, la historia de la transición democrática de México: una serie de reformas electorales que sucedieron a lo largo de dos décadas para evitar la interferencia política en las elecciones por parte del gobierno. Naturalmente, el retroceso democrático que estamos observando actualmente en México intenta desandar esos pasos y restaurar la influencia del poder ejecutivo en los procesos electorales.

 

1. ¿El retroceso democrático en México se ha dado “a través de una serie de pasos graduales, casi imperceptibles”?

Sí, de hecho, el momento exacto en que comenzó el retroceso democrático en México se puede ubicar en el tiempo: fue la noche de las elecciones del 2 de julio de 2006, cuando AMLO se negó a aceptar su derrota y atacó al Instituto Nacional Electoral (INE) acusándolo de participar en un fraude electoral. Ese fue el momento preciso en que la suerte cambió para el INE y, por extensión, también para la democracia mexicana. De aquellos polvos, estos lodos. El eminente politólogo polaco-estadounidense, Adam Przeworski, argumenta que una de las condiciones esenciales para que la democracia sobreviva es que los perdedores acepten sus derrotas electorales.[6]  Nada de esto sucedió en México en 2006, ni en 2012 cuando AMLO perdió contra Enrique Peña Nieto y volvió a presentarse como víctima de un fraude. Todo lo contrario: al día de hoy el presidente sigue avivando las llamas de bulos conspirativos con afirmaciones de un gran fraude, igual que Trump en 2020. Su animosidad contra el INE ni siquiera se moderó con su victoria arrolladora en las elecciones de 2018 que fueron organizadas y supervisadas por el INE. Al contrario, unas semanas después de su victoria, lanzó un ataque contra el instituto, acusándolo de llevar a cabo una “vil venganza” por el simple hecho de auditar sus finanzas de campaña.

Desde 2006, AMLO ha creado su personaje político como un luchador por la justicia social que fue perseguido, enfrentó, y finalmente derrotó a una élite económica corrupta que le robó la presidencia en dos ocasiones, con la complicidad del INE. Y desde ese año ha vilipendiado al instituto una y otra vez. Encontró en esto un aliado inesperado en la intelectualidad liberal, que durante años criticó sin piedad al instituto calificándolo de ineficaz, deficiente, costoso, sordo, etc. Que nadie se llame a engaño. Ni siquiera aquellos con un conocimiento superficial de AMLO pueden sorprenderse de que esté liderando un asalto frontal al INE. Así que para responder a la pregunta: sí, las dificultades democráticas de México son la crónica de una muerte anunciada.

 

2. ¿Han sido legales y aparentemente inocuos los pasos tomados?

Sí y no. La pregunta importante, sin embargo, es si es deseable y factible que las autoridades “obliguen” a un actor político a reconocer su derrota. Esta es una propuesta extremadamente complicada. Para ser específicos, ¿debería ser ilegal desconocer resultados electorales desfavorables? Cualquiera que sea nuestra opinión, el hecho es que en 2006 y hasta el día de hoy no es ilegal “mandar al diablo a las instituciones”, como AMLO hizo tras las elecciones de ese año. Es posible, puedo imaginar, que roce la frontera de lo ilegal insinuar que los miembros del consejo del INE se hayan vendido por unos cuantos pesos, tal como AMLO los acusó de hacerlo. Pero la mayor parte de las veces estas expresiones se dejan pasar por alto como simple retórica. Es irónico pero cierto: las democracias han de tolerar a los intolerantes y aquellos que la subvierten y difaman desde dentro.

Pero una cosa es decir que las expresiones de AMLO son legales, o mejor dicho, “no ilegales”, y otra cosa es decir que son inocuas. No lo son. La primera víctima aquí fue la confianza del público en sus autoridades electorales. No olvidemos de dónde venimos: el PRI era un sistema de partido hegemónico, en el cual “se permite que existan otros partidos, pero como partidos de segunda clase, tolerados; porque no se les permite competir con el partido hegemónico en términos antagónicos y en igualdad de condiciones”.[7] Se necesitaron casi 20 años para restaurar la confianza pública en el proceso electoral y una noche en 2006 para destruirla. Y seguimos atrapados en ese instante. Los bulos conspirativos que rodearon los resultados electorales de 2006 son los mismos que planean ahora sobre el INE, con acusaciones de ser un organismo burocrático inflado y poco fiable. AMLO es muy claro al respecto, por cierto: “Yo llegué a la Presidencia no por el INE, llegué a la Presidencia por el pueblo. Cuando fui candidato, nunca me reuní con el INE y siempre procuré tener distancia con ellos y no creerle, porque sabía yo que eran árbitros vendidos”.[8]

La demagogia y las mentiras pueden ser el pan de cada día en la política, pero nunca son inocuas. Muy al contrario, crean hechos alternativos donde acecha el diablo.

 

3. En conjunto, ¿han inclinado el terreno electoral a favor del partido gobernante MORENA?

No estoy completamente seguro de ello. A pesar de todos los esfuerzos de AMLO por socavar, neutralizar y debilitar al INE, el hecho es que el instituto sigue en funciones. A menos que AMLO dé un golpe decisivo de último minuto contra el INE, es seguro asumir que el instituto habrá sobrevivido el ataque más directo y feroz del gobierno federal en sus 26 años de historia. Veamos cómo sucedió esto.

Primero vino el Plan A, que proponía redondamente eliminar el INE bajo la careta de una “reforma electoral” que crearía un nuevo organismo bajo la órbita de influencia del poder ejecutivo. Ampliamente percibida como una farsa y un abuso de poder, la “reforma electoral” naufragó después de una masiva manifestación en defensa del INE en noviembre de 2022.

Luego vino el Plan B, una reforma administrativa para ahorrar unos pesos pero que no acabó nunca de ocultar su verdadero objetivo: desnaturalizar al INE reduciendo drásticamente su presupuesto y despojándolo de responsabilidades administrativas clave. Esta vez, el plan también fracasó cuando otra masiva manifestación se llevó a cabo en todo México y el proceso legislativo del proyecto de ley fue admitido a revisión por la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Después vino el Plan C, que resultó ser un intento de infiltrar el consejo del INE con leales a AMLO. El plan también fracasó por pura suerte, ya que los nuevos miembros del consejo fueron elegidos al azar, dejando fuera a los favoritos del presidente.

A pesar de todos los esfuerzos y la animosidad mostrada por AMLO hacia el INE, y los ríos de tinta derramados alrededor de este tema, sus logros son modestos: colocar a uno de sus leales en la presidencia del INE, lo cual, dada la naturaleza colegiada de su consejo, se siente como una victoria pírrica.

Por todas estas razones, creo que no está claro si el terreno electoral está inclinado hacia MORENA o no. Para ser claros, el terreno siempre está inclinado hacia el partido en el poder, pero ¿está ahora más inclinado que en 2018 hacia el PRI o en 2012 hacia el PAN? Pronto lo sabremos.

 

4.“Las erosiones ralentizadas de la autonomía pueden provocar sólo resistencia fragmentada”.[9]¿Ha caído la oposición en México en esta trampa?

No lo creo. La victoria arrolladora de AMLO en 2018 le enseñó a la oposición que la única forma de evitar una completa toma de poder por parte de MORENA era avanzar en alianza. Y eso fue lo que hicieron en 2021 al presentarse juntos en las elecciones intermedias de ese año, derrotando exitosamente a los candidatos de MORENA en carreras clave para el Congreso y en varias las alcaldías de la Ciudad de México. También lograron mantener un frente unido en defensa del INE, a pesar de los numerosos intentos del gobierno por dividirlos. Por lo tanto, en general, la oposición ha actuado unida en los momentos críticos, probablemente impulsada por un simple instinto de supervivencia.

 

5. “…las tendencias actuales de retroceso democrático no son eventos aleatorios sino respuestas racionales a incentivos locales e internacionales”[10] ¿Esto lo tiene claro la oposición en México?

No estoy seguro. La elección de 2018 en México fue un terremoto político que desmoronó el sistema de partidos que se consolidó con el fin de la transición democrática y se mantuvo vigente durante 25 años. Este era un sistema tripartito estable en el que el PAN ocupaba la derecha política, el PRD la izquierda y el PRI, el centro. Una generación de mexicanos creció en este sistema que llegó a su fin abruptamente en 2018, derribado casi en solitario por AMLO. La reacción inmediata de los partidos tradicionales fue considerar este evento como un accidente fuera de lo común. Aturdidos como estaban, fueron incapaces de darse cuenta de los profundos cambios generacionales y sociales que ocurrieron desde 1996. Se confiaron y con arrogancia asumieron que sus votantes estarían siempre ahí para ellos. Esta dolorosa verdad está siendo asumida lentamente. Les está tomando tiempo, pero poco a poco los partidos de oposición se están dando cuenta de ciertas cosas. En primer lugar, el cambio generacional hacia un electorado más radical, menos tolerante y más beligerante que antes; más en sintonía con una figura como AMLO. En segundo lugar, que no todo es culpa suya. Estos son días aciagos para la democracia en todo el mundo, es un tiempo en que su valor se cuestiona y la demagogia campea a sus anchas. México no es una isla y es natural que los vientos autoritarios que soplan en otros lugares nos afecten; lo mismo sucedió a la inversa cuando los vientos democráticos soplaron fuerte en los años 70s y 80s.

 

6. “...aquellos que buscan revertir el retroceso no solo deben lidiar con los actores estatales que impulsan el retroceso, sino también con sus seguidores movilizados. Silenciar o simplemente ignorar las preferencias de estos ciudadanos puede avivar el fuego reaccionario y socavar la calidad de la democracia. Sin embargo, cambiar sus preferencias es extremadamente difícil y, en el mejor de los casos, un proyecto a largo plazo”.[11]¿Han llegado a esta realización los partidos de oposición en México?

No estoy seguro. Todavía hay un rastro de arrogancia entre los líderes de la oposición hacia la heterogénea coalición política que AMLO formó en 2018. Aún operan bajo el exitoso eslogan de Felipe Calderón en 2006: “AMLO: un peligro para México”. Este mensaje que induce miedo funcionó de maravilla en 2006, pero ya no es el caso. AMLO aprendió su lección y en 2012 y 2018, suavizó su imagen. El electorado dejó de tenerle miedo en algún momento del segundo trimestre de 2018 cuando rompió su techo histórico de preferencia de votos, pasando del 35% al 50%. Ese 15% de votantes poco comprometidos son lo que decidirán la elección de 2024. La cosa es que es poco probable que se movilicen simplemente en torno a un “anti-AMLO”, que en este momento parece ser lo único que la oposición tiene para ofrecer. Pero eso sería demasiado poco y demasiado tarde. Los líderes de oposición necesitan ofrecer más y comprometerse con estos votantes de una manera que no los censure por sus opiniones pasadas o presentes sobre AMLO. Necesita ofrecerles una opción que conecte con su profundo deseo de cambio radical en tiempos de ansiedad y violencia criminal generalizada. Un “New Deal” político para promover la recuperación económica y social de la nación, un acuerdo que claramente se aleja de AMLO, pero que al mismo tiempo no sea un regreso a un pasado que los votantes rechazaron rotundamente en 2018. El desafío que enfrenta la oposición es reinventarse y adaptarse a nuevas circunstancias y nuevas generaciones. Dar esperanza a los jóvenes y a los mayores y abrazar plenamente su deseo radical de cambio, a lo cual tienen pleno derecho. Todo comienza a nivel básico, desarrollando un lenguaje propio que rompa con la neolengua de esta administración: cuarta transformación, conservadores, otros datos, fifís, etc. El futuro de la democracia en México depende de ello.

 


[1] Robert Mickey, Steven Levitsky, and Lucan Ahmad Way, “Is America Still Safe for Democracy?: Why the United States Is in Danger of Backsliding,” Foreign Affairs 96 (2017): 2.

[2] Bermeo, Nancy. "On democratic backsliding." Journal of Democracy 27.1 (2016): 5-19.

[3] ibid. p. 14

[4] ibid. p. 15

[5] ibid. p. 16

[6] Przeworski, Adam. Democracy and the Market: Political and Economic Reforms in Eastern Europe and Latin America. Cambridge: Cambridge University Press, 1991. p. 31. “A successful democracy requires that losers accept their defeat as legitimate and that winners do not seek to humiliate the losers or prevent them from competing again in the future.”

[7] Giovanni Sartori, Parties and Party Systems: A Framework of Analysis (New York: Cambridge University Press, 1976), 230.

[8] https://vanguardia.com.mx/noticias/son-los-intocables-de-la-mafia-del-poder-amlo-critica-al-ine-por-censura-contra-sheinbaum-AD5511662

[9] Bermeo, Nancy. p. 14

[10] ibid. p. 15

[11] ibid. p. 16

About the Author

Alejandro Garcia Magos

Alejandro García Magos

Lecturer, University of Toronto
Read More

Mexico Institute

The Mexico Institute seeks to improve understanding, communication, and cooperation between Mexico and the United States by promoting original research, encouraging public discussion, and proposing policy options for enhancing the bilateral relationship. A binational Advisory Board, chaired by Luis Téllez and Earl Anthony Wayne, oversees the work of the Mexico Institute.   Read more